
“En el principio ya existía la Palabra; y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla.” (Juan 1.1-15)
En esta carta de Navidad me gustaría que pensáramos en la Palabra de Dios como conversación. Y en tal sentido, vuelvo a la traducción que conocemos y queremos de la Reina Valera 1960 de Juan 1.1: en el principio era el verbo, para pasarme a la traducción que había hecho Teodoro de Beza, sucesor de Juan Calvino, a la todavía lengua académica el latín, que había usado antes Martín Lutero para invitar a discutir sus 95 tesis: In principio erat Sermo…, et Sermo erat apud Deum. Vemos que sustituye el «verbo» por «sermo». El uso de la forma sermo se remonta a Cipriano y Tertuliano, importantes teólogos cristianos africanos, que influyeron en la teología a fines del siglo II y durante el siglo III.
Mientras que «verbo» significa un pensamiento expresado, «sermo» significa una charla, una conversación. «Sermo» deriva de «sero» –unir, tejer, entrelazar– y tiene un carácter en el que la lengua se utiliza para desarrollar y mantener una relación social, un intercambio de ideas, imágenes y sentires.
En Jesús, Dios dice venite, acercate, contame. En Jesús, Dios nos propone una conversación en la que une, teje y entreteje la salvación en favor de la humanidad. ¡Dios en Jesús se hizo diálogo con nosotros y nosotras!
Es una “conversación” que crea, inventa, imagina, transforma, mueve, construye, expande, limita, deshace, sana, toca y mucho más… Esta conversación es Jesús, quien existe desde antes del tiempo, que siempre ha estado y estará, cuya luz no ha podido ser apagada y no lo será.
En esta Navidad celebramos con valor y esperanza que Dios nos invita al diálogo en el que la palabra –el Logos, el Verbo, la Conversación de Dios– adquiere una nueva frescura y gana una nueva forma y dimensión en los modos de amar.
María José “Pepa” Torres, monja lúcida y valiente, se pregunta y responde, “¿Es posible remitirnos a la esperanza en una realidad amenazada por el colapso climático y atravesada por políticas de la crueldad generadoras de muerte y exclusión? La Navidad nos recuerda que hay una esperanza que «nos primerea»: el Dios de Jesús camina con nosotras historia adentro, sin apearse de ella y sin abandonarnos, por densos y oscuros que sean los acontecimientos que atravesemos”.
Hoy, tiempo Navideño, esta Palabra que se hace conversación inaugura un tiempo de transformación y de bendiciones que no tienen fin. La Navidad es el momento en el que comenzamos, otra vez más, un tiempo de exploración bajo el amor de Dios. Una vez más la Navidad nos transporta al comienzo de nuestras vidas, nos hace ver que Jesús siempre está ahí, y nos ayuda a recomenzarlas. Navidad nos esperanza y nos convoca a esperanzar a nuestras gentes iluminando el porvenir.
“La esperanza no es la convicción de que las cosas saldrán bien, sino la certidumbre de que algo tiene sentido, sin importar el resultado final”. Václav Havel.
¡Soñamos bajo el poder de la Palabra dada para conversar! ¡Soñamos la oportunidad de un mundo nuevo! Un mundo con justicia. Una nueva sociedad en la que nadie pase hambre, en la que todos tengan acceso a la salud, en la que todas posean la posibilidad y condiciones para estudiar. Soñamos que nuestros pueblos tengan acceso a la satisfacción de las necesidades básicas para vivir una vida buena y digna
En tiempos de antihumanismo y transhumanismo, la fe cristiana nos recuerda que la humanidad es digna e inviolable, ya que su condición ha sido santificada por el Hijo de Dios. Sí, somos hijos e hijas en el Hijo y nuestra fe se aferra a su Palabra constitutiva, que vive en medio de nosotros y nosotras.
La propuesta de Dios es que creemos nuevas posibilidades y nuevas formas de vida. Y en la conversación, la Palabra nos da testimonio de la luz de Dios en el mundo. Luz que echa fuera toda tiniebla y disipa toda sombra, permitiendo que solo nos hable el amor de Dios. Que en este tiempo navideño sea Dios con nosotros y nosotras, en nuestras barriadas, en nuestras celebraciones y en nuestras comidas. Sea Dios con nosotros y nosotras en la cotidianeidad de la vida siendo parte de los diálogos con nuestra gente y sus contextos.
En el principio fue la conversación y la conversación se mudó al vecindario. Que esta Navidad sea una ocasión más, para que nuestros vecindarios sean la territorialidad en la que compartimos las buenas noticias.
“Todo vivir humano ocurre en conversaciones, y es en ese espacio donde se crea la realidad en que vivimos”. Humberto Maturana.
Oremos para que, en este especial tiempo navideño, nuestra conversación sea de acogida y hospitalidad como un espacio abierto, imprevisto, sorprendente: una experiencia de vida con la gracia y el amor de Dios.
Abrazo fraterno/sororal
Pastor Américo Jara Reyes
Obispo de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina